RAÚL
LO RECIBIÓ EN NOMBRE DEL PUEBLO DE CUBA
Por Yaima
Puig Meneses y Leticia Martínez Hernández
Tomado
del diario Granma
Un
saludo militar y un abrazo. Así fue el encuentro entre Raúl y Fernando. El
Héroe de la República de Cuba volvió a estar a la orden, y el General de
Ejército lo abrazó fuerte; parecía interminable.
"¡Bienvenido
a la Patria!", le dijo el Presidente de los Consejos de Estado y de
Ministros. Fernando sonrió, tal vez con timidez, y la madre heroína, Magali
Llort, le dio las gracias a Raúl por haber ido a recibir a su hijo, que tras
más de quince años regresa al calor de su familia, de los amigos, de su pueblo.
Rosa Aurora, su compañera de siempre también estaba allí, en silencio, bien
cerca del hombre al que ha consagrado su vida.
Entonces
Raúl, intentando relajar un poco la tensión del momento, le comentó que había
visto unas fotos de su estancia en Angola: "Estás igualito", jaraneó.
Luego, como en ráfaga, le preguntó: "¿Hacías ejercicios? ¿Qué edad
cumpliste?". Y Fernando responde ágil, le pone la mano en el hombro, lo
vuelve a abrazar, parece que no se lo cree. Pero sí, está en la Patria y el
General de Ejército sigue allí, dándole, en nombre de su pueblo, toda la
alegría merecida.
Después,
juntos, fueron al encuentro con los miembros del Buró Político del Comité
Central del Partido Comunista de Cuba. "Aquí les traigo al segundo",
anunció Raúl. Otra vez los abrazos infinitos y la broma del Presidente:
"No me le den muy duro por la espalda que le faltan millones de
abrazos". Y enseguida pregunta a Magali cómo fue el reencuentro.
"Indescriptible, nos parecía que estábamos soñando", le aseguró la
madre que por tanto tiempo había añorado este momento.
Fernando
pide la palabra, quiere agradecer: "es tremendo el esfuerzo que se hace
por nosotros, lo digo a título personal, pero estoy convencido de que transmito
el parecer de los tres compañeros que quedan allá, que en definitiva, somos de
un solo pensamiento... siempre estuvimos convencidos de que ese esfuerzo
cotidiano va a estar ahí hasta que todos y cada uno de nosotros estemos de
regreso adonde pertenecemos".
Quienes
estamos agradecidos somos nosotros y todo el pueblo de Cuba, le acotó Raúl.
"Especialmente por esa firmeza que durante tantos años ha demostrado lo
que es la juventud formada por la Revolución. Lo que han hecho ustedes es una
verdadera proeza, un verdadero esfuerzo."
Mientras,
el resto de la familia de "Fernan", como cariñosamente lo llaman,
está ansioso. Hasta que la puerta se abre y ahí está él. Las hermanas se lanzan
a su cuello, le dicen "¡mi chiquitico!", "¡tan lindo!",
quizás como en los tiempos en que eran más jóvenes. Lloran todos juntos y
alguien comenta "¡ahora sí, estos son los abrazos que valen, no los de la
prisión!".
Al
grupo se une René. De nuevo la emoción alcanza límites indescriptibles, de
nuevo otro efusivo abrazo, porque estos dos hombres son grandes, la Patria los
ha unido para siempre, y la alegría de uno también es la de los Cinco.
En
el centro de todos está Fernando, sonriendo, dando ánimos a los familiares de
sus otros hermanos de causa, que hace tiempo también lo son suyos. A Mirta, la
madre de Tony, le dice que no se preocupe "que a los tres mosqueteros los
vamos a traer pronto, para eso estamos"; a Adriana, el bonsai de Gerardo,
le comenta que "su esposo está campeón"; a Ricardo Alarcón le da las
gracias, "por el esfuerzo que ha hecho". Así, sucesivamente, va
dejando para todos una frase de alivio.
Y
como si a esa hora del mediodía las emociones no fueran muchas, ahí estaba Tony
al teléfono. No sabemos lo que desde el otro lado de la línea se dice, pero
Fernando ríe, le pregunta cómo está, y como si lo dudara aún le dice:
"¿viste? se cumplió, y se va a cumplir para ti también, esa es la función
que tenemos ahora con René, que lo tengo al lado".
Salimos
de la sala. El respeto a la intimidad de estos hombres obliga entonces a
esperar del otro lado de la puerta. Se escuchan risas. La familia tiene unos
instantes a solas, lo necesitan después de tanto tiempo y es justo que así sea.
Luego de quince años, cinco meses y quince días Fernando ha vuelto.
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