QUINIENTOS AñOS DE REBELDÍA
La valentía y el heroísmo del pueblo cubano tienen su génesis en la figura del bravo cacique Hatuey, quien fue quemado vivo en la hoguera por los colonizadores españoles el 2 de febrero de 1512.
En esta fecha cuando se cumplen quinientos años de ese acontecimiento histórico, todavía nos conmueve el legado de rebeldía que nos dejó ese aborigen extraordinario, pues prefirió morir en el martirio de las llamas antes que caer en la ignominia de la esclavitud propuesta por los invasores europeos.
Hatuey llegó a Cuba procedente de su natal Quisqueya, bautizada por los colonizadores como La Española.
En nuestro país entró en contacto con las diferentes tribus de indígenas taínos que había en el territorio oriental de la isla, y les aconsejó que se prepararan para la lucha contra los españoles.
También les comunicó que botaran todo el oro que poseyeran a los ríos, porque ese era el Dios de los blancos. Luego de colocarse al frente de todas las tribus de la región, los nativos comenzaron a atacar a los españoles que se asentaban en la villa de Baracoa.
El padre Bartolomé de Las Casas, cronista de esta época, atribuyó el siguiente discurso a Hatuey, quien mostró a los taínos de Cuba una canasta de oro y joyas, y les dijo:
"Este es el Dios que los españoles adoran. Por esto pelean y matan; por esto es que nos persiguen y es por ello que tenemos que tirarlos al mar... Nos dicen, estos tiranos, que adoran a un Dios de paz e igualdad, pero usurpan nuestras tierras y nos hacen sus esclavos. Ellos nos hablan de un alma inmortal y de sus recompensas y castigos eternos, pero roban nuestras pertenencias, seducen a nuestras mujeres, violan a nuestras hijas. Incapaces de igualarnos en valor, estos cobardes se cubren con hierro que nuestras armas no pueden craquear."
Hatuey ordenó a sus hombres que se dividiesen en pequeños grupos y comenzaran a atacar a los invasores por sorpresa, valiéndose de palos, piedras y flechas.
Pero los españoles, dirigidos por el adelantado Diego Velázquez, quien conocía las tácticas de los indios, se dedicó a erradicar poco a poco a cada uno de los grupos rebeldes apoyándose en una abrumante superioridad tecnológica, con perros rastreadores, armas de fuego, ballestas y corazas.
Paulatinamente fueron exterminados los indígenas, hasta que mediante la delación de unos prisioneros logran aprehender a Hatuey.
El valiente cacique fue condenado a la hoguera, castigo reservado a los más viles criminales. Pero cuando estaba a punto de ser quemado, y le preguntaron si quería convertirse en cristiano para subir al cielo, preguntó: "¿y esos hombres blancos también van al cielo?".
Al recibir una respuesta afirmativa dijo:
- “¡Entonces yo no quiero ir adonde esos hombres vayan!”.
Su ejemplo demostró un gran coraje, y la firme decisión de enfrentarse a un enemigo mucho más poderoso.
Los historiadores coinciden en señalar que el suplicio de Hatuey tuvo lugar en la zona de Yara, poblado ubicado en la actual provincia de Granma.
En ese municipio se inauguró el 21 de julio de 1999 un monumento dedicado al primer rebelde de nuestro país, obra realizada por el escultor Wilfredo Milanés, y donde se representa la figura indomable del cacique Hatuey, símbolo de la valentía que ha caracterizado a los cubanos desde hace quinientos años.