FUSILAMIENTO
DE LOS OCHO ESTUDIANTES DE MEDICINA
El
27 de noviembre de 1871 fueron injustamente fusilados en La Habana ocho
inocentes estudiantes del primer curso de Medicina, hecho que se recuerda cada
año como una triste efeméride.
Al pronunciar su discurso
“Los Pinos Nuevos” el 27 de noviembre de 1891en el Liceo Cubano de la ciudad
norteamericana de Tampa, afirmó: “Otros
lamenten la muerte necesaria: yo creo en ella como la almohada, y la levadura,
y el triunfo de la vida”.
En ese acto conmemorativo por el vigésimo
aniversario del injusto fusilamiento por las autoridades españolas de 8
estudiantes de medicina en La Habana, también expresó que “la muerte da jefes,
la muerte da lecciones y ejemplos, la muerte nos lleva el dedo por sobre el
libro de la vida: ¡así, de esos enlaces continuos invisibles, se va tejiendo el
alma de la Patria!”.
Aseguró igualmente que “el árbol que da mejor
fruta es el que tiene debajo un muerto”.
Estatua de José Martí en La Habana |
En esa ocasión Martí convocó a los presentes a
rendir homenaje a los niños mártires, pues “Todo convida esta noche al silencio
respetuoso más que a las palabras: las tumbas tienen por lenguaje las flores de
resurrección que nacen sobre las sepulturas: ni lágrimas pasajeras ni himnos de
oficio son tributo propio a los que con la luz de su muerte señalaron a la
piedad humana soñolienta el imperio de la abominación y la codicia”.
Era
la tarde del viernes 24 de noviembre y los alumnos del primer curso de Medicina
esperaban en el Anfiteatro Anatómico la llegada de su profesor, doctor Pablo
Valencia y García, quien a las 3:00 p.m. debía impartir una clase de Anatomía.
El
anfiteatro estaba ubicado en lo que hoy es la calle San Lázaro entre Aramburu y
Hospital, muy próximo al cementerio de Espada que en aquella época no se había
aún clausurado.
Al
enterarse los estudiantes de que demoraría la llegada del profesor, por un
examen que tenía en el edificio de la Universidad, situado entonces en la calle
O'Reilly esquina a San Ignacio, se dispusieron varios a asistir a las prácticas
de disección que explicaba el doctor Domingo Fernández Cubas. Algunos entraron
en el cementerio y recorrieron sus patios, pues la entrada no estaba prohibida
para nadie.
Otros,
al salir del anfiteatro, vieron el vehículo donde habían conducido cadáveres
destinados a la sala de disección, montaron en él y pasearon por la plaza que
se encontraba delante del cementerio.
Los
nombres de estos últimos eran Anacleto Bermúdez, Ángel Laborde, José de Marcos
y Juan Pascual Rodríguez. Por otra parte, un joven estudiante de 16 años
llamado Alonso Álvarez de la Campa, tomó una flor que estaba delante de las
oficinas del cementerio.
El
vigilante del cementerio nombrado Vicente Cobas, mortificado porque aquel grupo
de jóvenes “había descompuesto sus siembras”, hizo una falsa delación al
gobernador político Dionisio López Roberts, el cual dijo que los estudiantes
habían rayado el cristal que cubría el nicho donde reposaban los restos de
Gonzalo Castañón.
Esa
declaración de Cobas, cuyas funestas y terribles consecuencias ni él mismo
previó, fue motivo para que el gobernador fraguara con increíble prontitud un
plan para elevar su “prestigio” ante sus superiores.
El
gobernador político Dionisio López Roberts, tras visitar el cementerio, trató
de apresar primero a todos los estudiantes de segundo año de Medicina
asistentes a la clase del profesor Juan Manuel Sánchez Bustamante y García del
Barrio quien, con el respaldo y protección enérgica a sus discípulos, impidió
la consecución de tan cruel propósito.
Sin
embargo, el panorama fue completamente distinto con los alumnos de primer año
del profesor Pablo Valencia, quien asumió una actitud muy cobarde ante tal
situación al permitir el encarcelamiento de 45 de sus 46 alumnos de Anatomía
Descriptiva, se condujeron a la cárcel, a la que entraron a las 8:00 p.m. del
sábado 25 de noviembre.
Al
día siguiente, bajo las órdenes del Segundo Cabo, General Crespo, por
encontrarse ausente el Conde de Balmaceda, los estudiantes fueron procesados en
juicio sumarísimo.
Desde
la medianoche del día 26 hasta bien entrada la mañana del 27 demoró la decisión
del rigor de la sentencia y del número de prisioneros que se someterían a ella.
Los
estudiantes fueron procesados seguidamente una segunda vez, donde se determinó
que, tanto el estudiante que había arrancado la flor y los 4 que habían jugado
con el vehículo se debían condenar a la pena máxima y otros 3 escogidos al azar
para llevar a cabo el escarmiento.
El
consejo de guerra firmó la sentencia a la 1:00 p.m. y, leído el fallo a los
ocho estudiantes que debían morir, entraron en la capilla poco antes de las
4:00 p.m. Después de permanecer allí por espacio de media hora, se les condujo
con las manos esposadas y un crucifijo entre ellas hasta la explanada de la
Punta, donde se llevaría a cabo la ejecución.
Frente
a los paños de pared formados por las ventanas del edificio usado como depósito
del cuerpo de ingenieros, se colocaron de 2 en 2, de espaldas y de rodillas a
los infelices inocentes, fusilados a las 4:20 por el piquete de fusilamiento al
mando del capitán de voluntarios Ramón López de Ayala
Momentos
antes, en la capilla, habían dejado sus últimos mensajes, tanto a familiares
como a amigos. Fueron notas breves, con detalles aparentemente de poca
importancia, ante lo que ya era la muerte inminente, pero no por ello menos
desgarradores.
Eladio
solicitaba a Cerra que, como prueba de amistad, conservara un pañuelo en
posesión de Domínguez y que diera a éste el que le acompañaba.
Anacleto
pedía que padres y hermanos se consolaran pronto y entregaran a Lola su sortija
y leontina para que siempre se acordara de él.
Alonso
reiteraba a los suyos un querer entrañable y la fe de ver a los padres en la
gloria.
Pascual
decía a Tula nunca haber creído verse en un caso así, porque había sido hombre
de orden.
Ángel,
en el adiós definitivo, afirmaba: muero inocente, me he confesado.
Los
cadáveres fueron trasladados a un lugar extramuros de lo que actualmente es el
Cementerio de Colón y conocido con el nombre de San Antonio Chiquito,
acompañados por una compañía de voluntarios. No se permitía a los familiares el
reclamo de sus muertos para darles sepultura.
La
tragedia, que concluyó el 27 de noviembre, se ha expuesto generalmente como
hecho aislado, limitada a una inocente travesura estudiantil bárbaramente
castigada por el régimen colonial, sin relación alguna con la lucha que
libraban los cubanos por su independencia.
Este
oscuro hecho fue un escarmiento ejemplar que quiso dar España ante el
desarrollo insurreccional para desatar el terror y demostrar así la medida de
los extremos a que podía llegar un sistema agonizante. Tanto el abominable
crimen, como el inconcebible proceso judicial que lo precedió, contribuyeron a
fortalecer el sentimiento independentista de los cubanos.
La
fecha del 27 de noviembre se conmemora en Cuba como día de Duelo Nacional.
En
memoria a los jóvenes fusilados injustamente, se encuentra este Monumento a los
ocho estudiantes de medicina, a la salida del Túnel, a la izquierda del Malecón
habanero.
El
Monumento es un templete de estilo griego que rodea el sector de la pared en
que los ocho estudiantes fueron fusilados. Tiene ocho columnas de mármol, y encierra en gran parte el paredón
de fusilamiento, donde además se conservan las huellas de las balas que
causaron la muerte de los jóvenes.
Esta
pared resultó conservada por gestiones realizadas por Fermín Valdés Domínguez y
formaba parte de los barracones de ingenieros, edificio demolido en el año
1901.
Además
hay una placa de mármol blanco rodeada de una sencilla corona grabada en negro,
que señala la palabra INOCENTES.
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