El
poeta del tocororo y el quetzal.
Al
referirse en una ocasión al poeta bayamés José Joaquín Palma, José Martí expresó: “En un jardín, tus versos
serían violetas. En un bosque,
madreselvas. No son renglones que se suceden: son ondas de flores».
Con
estas hermosas palabras nuestro Héroe Nacional resumía la esencia en la poesía
del bardo, y ratificaba que “Nobles son tus musas: Patria, verdad, amores”.
José
Joaquín Palma Lasso nació en Bayamo el 11 de septiembre de 1844, hace 168 años,
y en esta ciudad cursó la enseñanza primaria en las escuelas de los conventos
de San Francisco y de Santo Domingo.
En
el Colegio San José, dirigido por José María Izaguirre, estudió la segunda
enseñanza. Poco después de terminar sus estudios secundarios fundó, con
Francisco Maceo Osorio, el periódico La Regeneración, en el que publicó sus primeros
poemas.
Cuando
sólo tenía 24 años de edad se incorporó a la Revolución de 1868
desde sus inicios, y trabajó en la zona de Bayamo en el reclutamiento de
hombres.
Sirvió
de Ayudante de Campo a Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, de quien Palma
fuera su hombre de confianza durante la Guerra de los Diez Años.
Fue
designado entre los regidores del Ayuntamiento libre de la villa de Bayamo por
las fuerzas cubanas que la tomaron, y estuvo entre los primeros en incendiar su
propio hogar durante la famosa quema de la ciudad, el 12 de enero de 1869.
Gran
autodidacta, José Joaquín Palma escribió sus primeros artículos en el periódico
La Regeneración, y fue uno de los principales redactores de El Cubano Libre,
primer periódico del Ejército Libertador que vio la luz en octubre de 1868, y
cuya dirección tuvo a su cargo el poeta bayamés.
Debido
a su participación en la guerra de 1868 tuvo que salir exiliado de Cuba, recorrió
varias naciones de América del Sur, llegando a establecerse en Guatemala, donde
aun se le considera el “...más predilecto de sus hijos adoptivos.”
Ayudó
a los cubanos dispersos por el extranjero, entre ellos a Máximo Gómez Báez, recibió
diversos homenajes, como el premio por su oda “A Honduras”, en su Primera
Exposición Nacional y la medalla de oro que le entregó el presidente de la
nación en 1879, por sus virtudes como patriota y como poeta. Adquirió la
ciudadanía hondureña, y un año después regresó a Guatemala.
En
esa nación centroamericana fue director de la Biblioteca Nacional, y
catedrático de literatura española en la Facultad de Derecho.
En
su poética, correspondiente a la era del Romanticismo en Cuba, se aprecia el
fervor del patriota, la dulzura del hombre de familia, las palabras de persona
educada, la profundidad del pensador.
Responde
anónimamente a un concurso, y con la maestría de su lira gana la convocatoria a
la mejor letra para el Himno Nacional guatemalteco en 1896.
Pero
como evadía las pompas y los halagos se calló ese mérito, y fue 14 años
después, ya enfermo de gravedad, cuando confesó su autoría y lo premiaron con
una corona de laurel de plata.
El
miércoles 2 de agosto de 1911 falleció el poeta en Guatemala, mientras se
desempeñaba en el cargo de cónsul de Cuba en el país del quetzal.
Mausoleo dedicado a José Joaquín Palma en Bayamo |
El
18 de abril de 1951, 40 años después de su fallecimiento, el parque de San Juan,
en Bayamo, fue escenario de una impresionante manifestación popular, que se
produjo como colofón de las honras fúnebres rendidas a José Joaquín Palma, al
ser trasladados sus restos desde Guatemala.
En
ese lugar de la ciudad Monumento Nacional se levantó un mausoleo que acogió los restos mortales del
patriota bayamés, quien fue además autor del himno nacional guatemalteco.
De
esta forma se cumplía con la propia voluntad de José Joaquín Palma, quien ante
la cercanía de su muerte expresó en un poema:
Y
ya que cercana zumba
la voz de
la muerte helada
te
reclamo solo un sauce
y
una tumba cabe
la
orilla sagrada del Bayamo.
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